No decía palabras,
acercaba solamente un cuerpo interrogante,
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.
Cernuda
El director del montaje, Josep
María Mestres cierra la presentación del programa de mano afirmando que Don
Juan quizás siga siendo un mito. Dice
quizás..., y miente.
En telón de gasa que recibe a los
espectadores ofrece refutaciones de sobra a ese quizás. El Don Juan de Molière,
el de Zorrilla, Don Giovanni, la aproximación de Handke a ese sí mismo que nos
ocupa y un largo etcétera son los libros representados en ese frontal previo.
Un aperitivo a la universalidad de una idea aniquila el margen de esa duda
planteada.
Es el burlador un arquetipo sin
dueño que matizado se reafirma en adalid de nuestra sociedad del espectáculo.
Si Debord presentaba la vida social como “la
declinación de ser en tener, y de tener en simplemente parecer” es el Don
Juan quien nos ofrece un perfecto capitán de la representación como razón. Solo
la posesión de la belleza pone en circulación el deseo que dota de vida a
nuestro personaje. Una posesión carente de realidad que solo pervive mientras este
está en escena.
Por ello, ese quizá ha de ser
aniquilado. Parafraseando a Dobry debemos preguntarnos la cuestión siguiente: ¿por qué el gozoso y a la vez angustiado
deseo insatisfecho de Don Juan dice algo de nosotros, algo que quizás ninguna
otra figura puede decir? ¿Dónde encaja ese buscador irredento al que el
infierno no aterra? ¿A qué se parece el instante de la burla? No son cuestiones
someras.
La Compañía Nacional busca su
respuesta en la intranquilidad que el Tenorio nos infunde, e introduce un
discurso feminista soterrado. Pero si una obra llega a donde llega (siguiendo
la idea que Ana Zamora ponía sobre la mesa hace unos días en otra sala), no
está en nuestra mano tergiversarla para que encaje en un canon que no le
pertenece. Y este es aquí el caso. La mujer de Tirso es un elemento objetivable
que solo adquiere valor a los ojos de Don Juan en tanto que pertenece a otro
hombre. Su grito no nace de la libertad sino de la culpa, aun así, es necesario
ver su crudeza sin maquillaje. Y el texto que se ve en la Comedia, aun con ese
pero y con cierto exceso escenográfico, llega a hablar por sí mismo.
La labor de Raúl Prieto es como
siempre fantástica. Un burlador a veces definido como incapaz de ser sentimental
por su brutal masculinidad se hace emocional en él. La ausencia misma de la
empatía que obliga al público a formularse un porqué se responde desde las
tablas. Y así, el mito por antonomasia del individualismo moderno se hace carne
en un gran actor.
El convidado de piedra es pues una
oportunidad perfecta de acercarse a la idea del hombre occidental y salir
indemne de la partida. Dejen que las preguntas tomen forma en su mente y acudan
al teatro. Tienen tiempo, escuchen, lean, no se dejen el honor en las butacas,
y jamás jamás olviden, que no vale fui,
sino soy.
_______
El burlador de Sevilla
Teatro:Teatro de la Comedia
Dirección: C/ Príncipe, 14
Fechas: Del 13 de abril al 3 de junio de 2018
Teatro:Teatro de la Comedia
Dirección: C/ Príncipe, 14
Fechas: Del 13 de abril al 3 de junio de 2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario