El teatro Tribueñe programa hasta el 16 de marzo “Estaciones de Isadora”. Una obra
donde la poética de la diva se lee en el
cuerpo de Beatriz Argüello con un texto de Hugo Pérez de la Pica y coreografía de Helena Berrozpe con la colaboración de Daniel Abreu.
Isadora como mito, vive en el imaginario
colectivo de una forma difusa y decadente. Pero aunque su búsqueda de la
libertad más allá de las convenciones rígidas del ballet allanase el camino a
una forma de lenguaje que cambiaría la historia un siglo después; Duncan fue también
una de las precursoras de las “nuevas mujeres” etiquetadas por James. Obsesionada con Europa y sus
orígenes, esta californiana de finales del XIX se hizo icónica en la danza sin
necesitar un Petipa que firmase sus coreografías. Asidua a las bibliotecas y
los museos abrió la veda a la comunicación que se daba en otras disciplinas y
dejó que el expresionismo se manifestara en sus creaciones.
Beatriz Argüello fue seducida por la idea de este
montaje tras leer la autobiografía de la artista. Y para escenificar todo el
significado de este movimiento, ella junto a Hugo Pérez dibujan las estaciones
de una vida, la de Isadora, con juegos escénicos basados en la sugerencia. Un
armario, la muerte de un cisne desvencijado con un corsé obsoleto, un banco, las
caídas de cabeza de las bacantes, un pianista, la túnica como esencia, la cara lavada,
Rusia, el dolor, la muerte, el amor... y el movimiento.
Las líneas de la actriz dejan entrever el clásico
en sus cimientos, y la sinceridad en su interpretación se percibe desde las
sillas. Como representante de esa minoría artística que es la danza, esta una
propuesta difícil. Sin embargo, mi humilde opinión la manifiesta imprescindible para los amantes de la bailarina descalza (entre los que me hallo) puesto que
aunque poética en su manifestación no es poesía barata sino homenaje certero. Y
digo esto a días pasados puesto que esta ha sido una propuesta que me llegó de
casualidad y que ha ido dejando poso conforme avanzaba la semana, algo así como
un buen libro. Y quizá esa visión mía sea personal, pero aquellos que
desconocen ese mundo de locos que dan la vida por un gesto perfecto pueden
acercarse a esta figura transgresora y ver qué sucede. Mi acompañante, lego en
la materia, disfrutó del viaje, ahí lo dejo.
El cierre de este comentario lo iniciará el
cierre de la obra puesto que fue Isadora la que salió a saludar, no la actriz.
Y ese es un buen punto y final de una narración tan
solo interrumpida en ocasiones por un piano con demasiada sonoridad que no hace evidente la figura del fular.
Advierto que tras ver la obra quizá se
experimente una necesidad imperiosa de bucear por la Grecia antigua, o de
visitar las estatuas de Florencia como haría Martha Graham (una de las personas
que recogería el testigo de Isadora) años después mientras definía su estilo.
Daños colaterales sin importancia.
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Estaciones de Isadora
Teatro: Tribueñe
Dirección: Calle de Sancho Dávila, 31
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